Buen diseño para la industria

Daniela Lucena. Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se espe­cia­li­za en el estu­dio del arte, el dise­ño y la moda. Es inves­ti­ga­do­ra inde­pen­dien­te del CONICET y pro­fe­so­ra de la FADU-UBA.

Ciudad: Buenos Aires
Productor: Jacobo Soifer
Personas Vinculadas: Jacobo Soifer, Alfredo Hlito, Miguel Ocampo, José Fernández Muro y Sarah Grilo.
Ubicación: Institute for Studies on Latin American Art (ISLAA), New York.
País: Argentina
Año: 1954, 1956
Tipo: Diseño

Reseña:

Tal como noso­tros lo ima­gi­na­mos, el artis­ta del futu­ro ha de mirar a nue­vos hori­zon­tes de crea­ción, entran­do en el uni­ver­so de la pro­duc­ción de obje­tos en serie, obje­tos de uso coti­diano y popu­lar, que en defi­ni­ti­va, cons­ti­tu­yen la reali­dad más inme­dia­ta del hom­bre.

— Tomás Maldonado, 1949

A media­dos de la déca­da de 1950, el cre­ci­mien­to de la indus­tria tex­til en Argentina y las trans­for­ma­cio­nes socia­les impul­sa­das por el pri­mer pero­nis­mo gene­ra­ron un terreno fér­til para nue­vas ideas que conec­ta­ran el arte con la pro­duc­ción fabril. En este con­tex­to Jacobo Soifer, con­sul­tor del sec­tor indus­trial, lanzó el pro­yec­to buen dise­ño para la indus­tria. La ini­cia­ti­va bus­ca­ba esta­ble­cer un diá­lo­go entre artis­tas de van­guar­dia y empre­sa­rios, pro­mo­vien­do una inte­gra­ción iné­di­ta entre crea­ti­vi­dad e inno­va­ción indus­trial.

Con este pro­pó­si­to en mente, Soifer con­vo­có a Alfredo Hlito, Miguel Ocampo, José Fernández Muro y Sarah Grilo, des­ta­ca­dos inte­gran­tes del grupo de Artistas Modernos de Argentina, para desa­rro­llar patro­nes tex­ti­les que pudie­ran ser incor­po­ra­dos a la pro­duc­ción en masa. En un taller situa­do en la calle Moreno 1140 de la Ciudad de Buenos Aires, los artis­tas rea­li­za­ron más de tres­cien­tas pin­tu­ras en tém­pe­ra sobre papel que fue­ron con­ce­bi­das como dise­ños para telas. Estas crea­cio­nes, que incluían pro­pues­tas ori­gi­na­les para ves­ti­dos, cami­sas, pañue­los, sába­nas y tapi­ce­rías, apor­ta­ron “un reper­to­rio de moti­vos deco­ra­ti­vos abs­trac­tos no tra­di­cio­na­les” que dife­rían noto­ria­men­te de “los cua­dri­llés y raya­dos típi­cos de los años 50” (Herrera, 2014: 118). Empresas como Sudantex, Italcar, Celaco y Lanera San Blas se inte­re­sa­ron en estos patro­nes, que serían repro­du­ci­dos median­te téc­ni­cas de seri­gra­fía de alta pre­ci­sión.

Una carac­te­rís­ti­ca dis­tin­ti­va de buen dise­ño para la indus­tria fue la imple­men­ta­ción de un sis­te­ma de rega­lías para los artis­tas, dise­ña­do por Soifer con la idea de garan­ti­zar una retri­bu­ción justa y sos­te­ni­da por el uso de sus dise­ños. Esto no solo incen­ti­va­ría la crea­ción artís­ti­ca, sino que tam­bién per­mi­ti­ría a los artis­tas obte­ner un sus­ten­to eco­nó­mi­co y vin­cu­lar su tra­ba­jo con el desa­rro­llo indus­trial del país.

Desde una pers­pec­ti­va meto­do­ló­gi­ca, el pro­yec­to se man­tu­vo fiel al idea­rio de la van­guar­dia de arte con­cre­to, en el que la inven­ción pro­mo­vía la crea­ción de for­mas esté­ti­cas y fun­cio­na­les capa­ces de dotar a la vida coti­dia­na de un sen­ti­do crea­ti­vo. Los artis­tas con­cre­tos, entre quie­nes se encon­tra­ba Hlito, habían mili­ta­do en el Partido Comunista en la déca­da de 1940. Para ellos el arte era una acti­vi­dad prác­ti­ca eman­ci­pa­do­ra a tra­vés de la cual se podía trans­for­mar la reali­dad, en opo­si­ción a las lógi­cas alie­nan­tes y des­hu­ma­ni­zan­tes pro­pias del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. 

Tal como seña­la­ba en 1950 el líder del con­cre­tis­mo, Tomás Maldonado, “el artis­ta con­cre­to parte de un tema plás­ti­co que, ínti­ma­men­te unido a un plan estruc­tu­ra­dor, lo guía hasta la inven­ción de un obje­to esté­ti­co, tan fun­cio­nal­men­te con­ce­bi­do, que puede unir­se con flui­dez y natu­ra­li­dad al resto del uni­ver­so”. Su enfo­que, que apos­ta­ba al dise­ño como una herra­mien­ta para el cam­bio social, tam­bién reafir­ma­ba el com­pro­mi­so polí­ti­co de los artis­tas con un mode­lo revo­lu­cio­na­rio que bus­ca­ba inte­grar el arte y la vida en una nueva reali­dad más justa e igua­li­ta­ria.
Si bien el pro­yec­to de buen dise­ño para la indus­tria no logró con­so­li­dar el dise­ño como una prác­ti­ca pro­fe­sio­nal ple­na­men­te autó­no­ma en esa época, resul­ta un epi­so­dio sig­ni­fi­ca­ti­vo, aun­que poco cono­ci­do, de la his­to­ria de las artes apli­ca­das y el dise­ño moderno en Argentina. La ini­cia­ti­va no solo acer­có el arte a la indus­tria, sino que tam­bién sentó un pre­ce­den­te clave en la arti­cu­la­ción del dise­ño como un fac­tor rele­van­te en el desa­rro­llo eco­nó­mi­co y cul­tu­ral del país.

Referencias

Libros y publi­ca­cio­nes aso­cia­das: 

Cesarco, A. (Ed.). (2023). Buen dise­ño para la indus­tria. New York, NY: Institute for Studies on Latin American Art (ISLAA).

García, M. A. (2011). El arte abs­trac­to: Intercambios cul­tu­ra­les entre Argentina y Brasil. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

Herrera, M. J. (2014). Cien años de arte argen­tino. Buenos Aires, Argentina: Biblos-Fundación Osde.

Lucena, D. (2015). Contaminación artís­ti­ca: Vanguardia con­cre­ta, comu­nis­mo y pero­nis­mo en los años 40. Buenos Aires, Argentina: Biblos.

Otros enla­ces:

Six ques­tions on Tomás Maldonado — Daniela Lucena — Interviewed by Guido Campi

#Épica #OpiniónExperta 1940–1950 | MARÍA AMALIA GARCÍA

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