manifiesto

“Todo lo humano es nuestro”
— José Carlos Mariátegui

El Museo de Modernismo Latinoamericano es una plataforma virtual que busca relevar la cultura visual y material de los proyectos emancipatorios del ciclo desarrollista y de su antesala en las primeras décadas del siglo XX. Los vertiginosos cambios económicos y tecnológicos suscitados durante este período potenciaron una base material para la conformación de movimientos artísticos, políticos e intelectuales que trazaron caminos hacia una modernidad alternativa. Lejos de aquella representación monolítica de la modernidad como un proyecto europeo, el Museo vuelve a los archivos de aquella modernidad plebeya que se inicia con las revoluciones haitiana y mexicana, y que luego se abre paso durante los programas de industrialización por sustitución de importaciones, reformas agrarias y ampliación de la instrucción popular.

En América Latina, el concepto de Modernismo tradicionalmente ha sido empleado para designar un grupo de vanguardias literarias hispanoamericanas cuyas contribuciones inician hacia fines del siglo XIX. Sin embargo, y a partir del rescate de diversos artefactos y experiencias que datan desde la década de 1910 hasta el giro autoritario de los años setenta, el Museo tiene como finalidad ampliar el alcance de este concepto, situando a la región en el marco de una historia global del modernismo popular, entendido como movimiento autoconsciente orientado a disputar, radicalizar y hacer propias las formas y fuerzas de la modernidad. A diferencia del alto modernismo occidental (en sus versiones tanto soviética como dirigista-keynesiana), el modernismo latinoamericano fue producto de una potencia barroca cuya fuerza vital se deriva de la mezcla de civilizaciones americanas, de diásporas y mestizajes; de los sincretismos entre la cultura global y local, el movimiento obrero, campesino, feminista e indígena.

El modernismo latinoamericano no fue solamente uno, así como tampoco fue solamente elitario, tecnocrático o europeizante. El Museo busca reconstruir los futuros soterrados de proyectos que fueron eminentemente abigarrados, insurgentes e internacionalistas. Un modernismo antropófago que no buscó preservar una (imposible) pureza, sino que encarna las derivas históricas de movimientos que ampliaron y radicalizaron la promesa del proyecto ilustrado, trazando un horizonte emancipatorio desde la realidad concreta de los pueblos de la periferia. “Tierra y libertad”, la consigna inmortalizada por la Revolución Mexicana en 1910, simboliza poderosamente este espíritu de los tiempos.

Durante este período, la región fue el escenario de una apuesta por revolucionar las formas literarias, artísticas, arquitectónicas, tecnológicas y económicas. La reproductibilidad técnica abrió paso a un profuso campo de producción gráfica y editorial sostenido tanto en la experimentación y apuesta por una visualidad propia, como en la aspiración de democratizar el acceso y la autorepresentación popular en el arte y la cultura. Nuevas corrientes y tecnologías arquitectónicas no solamente respondieron a las apremiantes necesidades habitacionales de la clase trabajadora; también permitieron una ampliación de la experiencia subjetiva y el goce colectivo a través del diseño y construcción de infraestructuras masivas para el ocio, el esparcimiento y el disfrute. Así, la historia de la modernidad urbana del siglo pasado es también una historia sensible que se expandió más allá del gris del hormigón armado, pero que supo también ver ahí entre los planos de las obras de cuño brutalista y las viviendas sociales, la materialidad de una mejor vida para las personas.

“Sólo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente”

Manifiesto Antropófago

 

A su vez, la ampliación de la capacidad productiva-industrial en las economías nacionales durante la era desarrollista trajo consigo una propuesta de modernidad política que desafió el poder del imperialismo y las repúblicas oligárquicas, y que quedó nítidamente retratada en acontecimientos como la Revolución Cubana, la Unidad Popular en Chile, y el internacionalismo del Tercer Mundo articulado en torno a la Tricontinental y la declaración del Nuevo Orden Económico Internacional. El ciclo autoritario que se inició en la región tras los golpes de 1964 en Brasil y de 1973 en Chile, por su parte, también dio origen a una cultura política de lucha antifascista que puso al centro la defensa de la libertad política y la dignidad humana durante los momentos más oscuros de las dictaduras cívico militares. 

 

“La humanidad es verbo que no sólo se conjuga en pasado, sino esencialmente en futuro”

Olga Poblete 

 

El Museo compone un índice abierto que articula procesos de liberación nacional y sexual, reformas agrarias y socialización de la riqueza, goce y revoluciones, pugnas por la democratización y la ampliación del Estado, proyectos socialistas, feministas y anticoloniales, experimentación vanguardista y cultura de masas. Hoy, el auge de un nuevo giro autoritario, de guerras imperialistas, y de una crisis planetaria que amenaza con la extinción de la humanidad, demandan restituir horizontes de transformación que puedan poner la vida en el centro. Alternativas de desarrollo ecológico y social que confronten la fuerza desintegradora del poder oligárquico que, por décadas, ha impuesto un modelo rentista, financiarizado y primario-exportador en la región. 

Por medio de su plataforma digital abierta, y junto a una red de investigación internacional e internacionalista, el Museo pretende tensionar el realismo capitalista de nuestros tiempos, poniendo a disposición pública los rastros de imaginaciones de futuro del modernismo en la región. Pese a haber sido truncado por medio de la violencia militar y el olvido, su presencia fantasmática aún subsiste en quienes consideramos que una modernidad alternativa, pluralista, ecológica y bella para las grandes mayorías no solamente es posible, sino necesaria.  

 

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